Fecha de Elaboración: Lunes 06/10/25

Neuroplasticidad y Neurogénesis:

El Cerebro que se Transforma

 

1.- Introducción: El cerebro que aprende a ser seguro

El cerebro humano no es una estructura rígida ni un simple contenedor de información: es una red viva, plástica y sensible que se moldea constantemente a través de la experiencia. Cada pensamiento, emoción o acción deja una huella física en las conexiones neuronales, reconfigurando el modo en que percibimos, decidimos y actuamos frente al entorno. Esta extraordinaria capacidad de reorganización y adaptación conocida como neuroplasticidad, junto con la facultad de generar nuevas neuronas mediante la neurogénesis, constituyen los fundamentos biológicos del aprendizaje, la resiliencia y el desarrollo humano.

Desde las investigaciones de Santiago Ramón y Cajal, considerado el padre de la neurociencia moderna, sabemos que “todo ser humano puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro”. Esta metáfora resume el potencial transformador de nuestro sistema nervioso: el cerebro no está destinado a ser siempre igual, sino que evoluciona según los desafíos, los hábitos y los estímulos que recibe.
Hoy, los estudios de Francisco Mora, David Eagleman, John Eccles y Joaquín Fuster han demostrado que el aprendizaje no consiste solo en acumular información, sino en fortalecer o debilitar conexiones neuronales. Dicho de otro modo,
aprender es cambiar físicamente el cerebro.

En el contexto de la Seguridad y Salud en el Trabajo (SST), esta comprensión abre una dimensión completamente nueva. La prevención de accidentes deja de ser únicamente un asunto de normas o procedimientos, para convertirse en un proceso neurobiológico de entrenamiento cerebral. Cada vez que un colaborador realiza una tarea de forma segura, activa una red neuronal específica; al repetirla, esta red se fortalece; al abandonarla, se debilita.
De esta forma, la seguridad no se impone: se aprende, se entrena y se consolida en el cerebro.

Los avances de la neurociencia aplicada a la conducta laboral demuestran que el cerebro responde de manera diferente ante el estrés, la fatiga, la presión o el miedo. Factores como la sobrecarga sensorial, los ambientes de alta exigencia o la falta de sueño pueden alterar los circuitos de atención y toma de decisiones, elevando el riesgo de error humano. En cambio, entornos laborales emocionalmente saludables y programas de neuroentrenamiento fomentan la plasticidad positiva, mejoran la concentración y promueven conductas seguras y automáticas.

El neurocientífico David Eagleman afirma que “quiénes somos se encuentra en los patrones dinámicos de nuestras redes neuronales”. Esta idea es esencial para la gestión moderna de la seguridad: cada experiencia, cada error corregido o procedimiento seguro ejecutado, deja una huella duradera en el cerebro del colaborador.
Un líder que refuerza positivamente las conductas seguras está, en realidad, modificando las conexiones neuronales de su equipo, fortaleciendo los circuitos de atención, empatía y autorregulación emocional que sostienen la cultura preventiva.

 

2.- ¿Qué es la Neuroplasticidad?

El cerebro que se reconfigura para aprender, adaptarse y protegerse

La neuroplasticidad también llamada plasticidad cerebral es una de las propiedades más extraordinarias del sistema nervioso humano. Se refiere a la capacidad del cerebro para crear, fortalecer, debilitar o reorganizar las conexiones sinápticas entre las neuronas como respuesta a la experiencia, el aprendizaje y las emociones. Esta capacidad permite que el cerebro se adapte a los cambios del entorno, se recupere de lesiones, aprenda nuevas habilidades y reemplace antiguos patrones de pensamiento o comportamientos.
En otras palabras, la neuroplasticidad es el fundamento biológico del aprendizaje, la memoria y la conducta segura o riesgosa.

Como explica el neurocientífico Francisco Mora, “el cerebro es producto de lo que pensamos, sentimos y hacemos”. Cada experiencia que vivimos deja una huella física en nuestra arquitectura cerebral: las neuronas que se activan juntas tienden a conectarse más fuertemente entre sí, mientras que las que no se usan pierden gradualmente su conexión. Este principio, formulado por Donald Hebb en 1949, se resume en su célebre frase: “las neuronas que se activan juntas, se conectan juntas”.

🧠Así, el cerebro es una obra en construcción permanente: cambia con cada pensamiento, con cada emoción, con cada acto.

 

2.1.- Mecanismo biológico de la neuroplasticidad

Desde una perspectiva neurofisiológica, la plasticidad cerebral implica cambios en la eficiencia de las sinapsis los puntos de comunicación entre neuronas y en la formación de nuevas redes neuronales. Estos procesos ocurren a distintos niveles:

  • Plasticidad sináptica: fortalecimiento o debilitamiento de las sinapsis mediante la liberación de neurotransmisores y la modificación de receptores neuronales.

  • Plasticidad estructural: creación de nuevas dendritas o axones, y formación de circuitos neuronales más amplios y eficientes.

  • Plasticidad funcional: reasignación de funciones de unas áreas cerebrales a otras, especialmente tras lesiones o aprendizajes intensivos.

🧠La neuroplasticidad está profundamente influenciada por el entorno, las emociones, el movimiento y el aprendizaje significativo.

 

Por ejemplo, cuando un colaborador repite una tarea segura y consciente en un entorno emocionalmente positivo, su cerebro refuerza los circuitos que sustentan la atención, la memoria procedimental y la autorregulación emocional.
En cambio, cuando la tarea se realiza bajo estrés crónico o en un ambiente de miedo y presión, se activan circuitos de supervivencia que interfieren con la concentración y la toma de decisiones, debilitando las redes de seguridad.

 

2.2.- Neuroplasticidad positiva y negativa

No toda plasticidad cerebral es beneficiosa. Existen dos caras de este proceso: la neuroplasticidad positiva y la neuroplasticidad negativa.

 

Neuroplasticidad positiva

Ocurre cuando el entorno, la emoción y el aprendizaje promueven nuevas conexiones neuronales que favorecen el desarrollo, la resiliencia y la conducta adaptativa.
Algunos ejemplos de neuroplasticidad positiva en el ámbito laboral son:

  • Entrenamientos de atención plena y conciencia situacional.

  • Simulacros de emergencia que fortalecen la memoria de respuesta.

  • Retroalimentaciones constructivas que asocian la seguridad con emociones positivas.

  • Ejercicios de coordinación motora o mindfulness que optimizan el foco atencional.

🧠Cada una de estas actividades estimula la formación de nuevas sinapsis y mejora la comunicación entre las áreas corticales responsables del razonamiento, la emoción y la acción.

 

Neuroplasticidad negativa

Por otro lado, cuando el cerebro se ve sometido a inactividad, monotonía, fatiga mental o estrés crónico, se debilitan las conexiones neuronales útiles y se refuerzan aquellas asociadas a la distracción, la ansiedad o el automatismo riesgoso.
Este fenómeno se conoce como poda sináptica, y consiste en la eliminación de redes neuronales que no se utilizan.
En contextos laborales, la neuroplasticidad negativa puede observarse en:

  • Colaboradores que repiten tareas de manera mecánica sin estimulación cognitiva.

  • Ambientes donde predomina la desmotivación o el miedo al error.

  • Jornadas prolongadas que deterioran la atención sostenida y el autocontrol emocional.

Tal como advierte María José Mas Salguero, “las neuronas aprenden y reaprenden; pueden reprogramarse gracias a la neuroplasticidad”. Pero también pueden “desaprender” aquello que no se refuerza. Por ello, la formación preventiva debe entenderse como un proceso de entrenamiento cerebral constante, no como un evento aislado.

 

2.3.- Neuroplasticidad y seguridad laboral: del hábito al automatismo protector

En el ámbito de la Seguridad y Salud en el Trabajo (SST), la neuroplasticidad explica cómo se consolidan los comportamientos seguros hasta convertirse en reflejos automáticos.
Cada vez que un colaborador ejecuta correctamente un procedimiento, por ejemplo, verificar el uso de un EPP o detener una tarea ante un riesgo, se activa una red neuronal específica. Con la repetición y la carga emocional positiva (reconocimiento, logro, confianza), esta red se fortalece hasta automatizarse.
De esta forma, el cerebro aprende a responder con seguridad sin necesidad de pensar conscientemente en cada paso.
Este proceso se denomina automatismo neuropreventivo y constituye una de las metas del entrenamiento sináptico en programas de cultura de seguridad.

Por el contrario, cuando las conductas seguras no se practican o no se reconocen, el cerebro tiende a priorizar atajos cognitivos: omisiones, distracciones o sobreconfianza. La desatención debilita las redes neuronales asociadas a la prevención y refuerza las del riesgo.
Por ello, las organizaciones deben crear entornos de aprendizaje continuos, donde la seguridad no se comunique solo desde la norma, sino desde la emoción, la repetición y la experiencia vivida.

 

2.4. Neuroplasticidad, emoción y aprendizaje

Uno de los hallazgos más relevantes de la neurociencia moderna resaltado por Francisco Mora es que “solo se aprende aquello que emociona”.
Las emociones actúan como un potente catalizador de la neuroplasticidad: cuando una experiencia es significativa o emocionalmente intensa, el cerebro libera dopamina, noradrenalina y serotonina, neurotransmisores que facilitan la consolidación de nuevas conexiones sinápticas.
Por ello, los programas de capacitación en seguridad deben diseñarse para generar emoción, sentido y propósito, más allá de la simple transmisión de información.

🧠Cuando un colaborador siente orgullo por su conducta segura o comprende el impacto positivo de su acción en el bienestar colectivo, su cerebro asocia la prevención con satisfacción, reforzando el aprendizaje.

 

3.- Neurogénesis: el nacimiento de nuevas neuronas y su impacto en la mente laboral

Durante gran parte del siglo XX, la ciencia sostuvo una idea limitante: que nacíamos con una cantidad fija de neuronas y que, a medida que envejecíamos, solo podíamos perderlas. Sin embargo, los avances de la neurociencia moderna derribaron este mito. Hoy sabemos que el cerebro humano tiene la capacidad de producir nuevas neuronas a lo largo de toda la vida, un proceso fascinante conocido como neurogénesis adulta.

Los pioneros en este descubrimiento fueron Fred Gage (Instituto Salk de California) y Elizabeth Gould (Universidad de Princeton), quienes demostraron que, incluso en la edad adulta, se generan neuronas nuevas especialmente en el hipocampo, una estructura esencial para la memoria, el aprendizaje, la regulación emocional y la orientación espacial. Este hallazgo cambió por completo nuestra comprensión del cerebro: ya no es un órgano estático que se desgasta con el tiempo, sino una fábrica viva de renovación neuronal, capaz de regenerarse y adaptarse ante los desafíos de la vida.

 

3.1.- ¿Dónde y cómo ocurre la neurogénesis?

La neurogénesis ocurre principalmente en dos regiones del cerebro:

      a) El hipocampo: vinculado con la memoria, el aprendizaje y la gestión emocional.

      b) El bulbo olfatorio: relacionado con la percepción de olores y la codificación sensorial.

Algunos estudios recientes también sugieren que pueden generarse neuronas nuevas en áreas de la neocorteza, la amígdala y el estriado, aunque en menor proporción.
El proceso comienza con la proliferación de células madre neuronales, que se transforman en neuronas inmaduras y, posteriormente, en neuronas funcionales capaces de integrarse a los circuitos preexistentes. Este proceso no es automático: requiere estimulación, oxigenación, nutrición y equilibrio emocional para consolidarse.

El neurobiólogo John Eccles, premio Nobel y autor de La evolución del cerebro: creación de la conciencia, explicaba que la evolución humana se basa precisamente en esta capacidad del cerebro de crear nuevas conexiones y estructuras neuronales como respuesta a los desafíos del entorno.

🧠En términos actuales, la neurogénesis es la expresión biológica de nuestra capacidad para reinventarnos.

 

3.2.- Factores que estimulan la neurogénesis

La buena noticia es que este proceso puede potenciarse. La ciencia ha identificado una serie de factores y hábitos que estimulan la producción de nuevas neuronas y su integración funcional:

  • Ejercicio físico regular: el movimiento activa la circulación sanguínea y aumenta la liberación de BDNF (Brain-Derived Neurotrophic Factor), una proteína clave para el crecimiento y supervivencia neuronal. Actividades como caminar, nadar o correr incrementan significativamente la neurogénesis hipocampal.

  • Sueño reparador: durante el sueño profundo, el cerebro consolida memorias, elimina desechos metabólicos y estimula la regeneración neuronal. La privación crónica del sueño, por el contrario, inhibe la neurogénesis y reduce la capacidad de atención.

  • Alimentación saludable: según David Perlmutter en Más allá de tu cerebro, una dieta rica en grasas saludables (omega 3, aguacate, frutos secos), antioxidantes (frutas, verduras coloridas) y baja en azúcares refinados favorece la regeneración neuronal y protege las membranas sinápticas.

  • Aprendizaje constante y desafíos cognitivos: aprender un idioma, resolver problemas nuevos, o enfrentarse a tareas que requieran concentración y creatividad estimula la creación de nuevas neuronas y su integración en circuitos funcionales.

  • Relaciones sociales y sentido de propósito: las interacciones humanas positivas, el afecto, la cooperación y el propósito vital generan un entorno emocional que libera oxitocina y dopamina, neurotransmisores que promueven la neurogénesis y el bienestar mental.

Como señala María Mas Salguero en La aventura de tu cerebro, “cada día podemos rejuvenecer mentalmente cuando damos a nuestro cerebro nuevos motivos para aprender, emocionarse y vincularse”.

 

3.3.- Factores que inhiben la neurogénesis

Así como existen factores que la estimulan, otros pueden bloquear o reducir la producción neuronal:

  • Estrés crónico y ansiedad prolongada: el exceso de cortisol la hormona del estrés afecta negativamente al hipocampo, provocando la muerte neuronal y dificultando la creación de nuevas células.

  • Sedentarismo y fatiga mental: la falta de movimiento y la rutina repetitiva reducen el flujo sanguíneo cerebral, limitando el suministro de oxígeno y nutrientes esenciales.

  • Alimentación inflamatoria: dietas ricas en azúcares procesados, grasas trans y alcohol dañan las membranas celulares y aumentan el estrés oxidativo.

  • Aislamiento social y falta de propósito: la soledad y la falta de motivación emocional deprimen la actividad neurogénica, generando estados de apatía y deterioro cognitivo.

Por tanto, el estilo de vida se convierte en el principal laboratorio de neurogénesis: cada hábito que elegimos impacta directamente en la capacidad de nuestro cerebro para renovarse.

 

4.- Neuroplasticidad y Neurogénesis en la SST

El cerebro como pilar biológico de la prevención

En los contextos industriales y de alto riesgo como minería, construcción, energía o transporte, el cerebro se convierte en el primer equipo de protección personal. La capacidad cerebral de adaptarse, aprender y anticiparse es lo que permite al colaborador percibir peligros, tomar decisiones rápidas y actuar de manera segura bajo presión.
La neuroplasticidad y la neurogénesis son, por tanto, mucho más que conceptos científicos: son las bases biológicas de la prevención moderna, de la atención sostenida y de la cultura de seguridad consciente.

 

4.1.- El cerebro como sistema preventivo

Cada procedimiento seguro, cada simulacro, cada reflexión posterior a un incidente deja una huella en el sistema nervioso. Las redes neuronales encargadas de la percepción del riesgo, la planificación y la acción segura se fortalecen con la repetición y la emoción asociada al aprendizaje.
En cambio, la exposición constante al estrés, la fatiga o la desmotivación puede deteriorar esas mismas redes, reduciendo la capacidad de atención y aumentando la probabilidad de error humano.

El neurocientífico Joaquín Fuster, autor de Cortex and Mind, señala que “la corteza prefrontal, cuna de la libertad humana, permite planificar, prever y actuar conscientemente”. Esta área del cerebro situada justo detrás de la frente es la que nos permite decidir antes de actuar, inhibiendo impulsos peligrosos y proyectando las consecuencias de cada acción.
En otras palabras, la seguridad nace en la corteza prefrontal, y se fortalece a través del entrenamiento, la reflexión y la experiencia emocional positiva.

 

4.2.- Principios neurocientíficos aplicados a la prevención

Aplicar los principios de la neuroplasticidad y la neurogénesis en la Seguridad y Salud en el Trabajo (SST) significa diseñar entornos, programas y liderazgos que activen el cerebro preventivo.
La evidencia neurocientífica (Eagleman, Mora, Rubia, Quintanar, Mas Salguero) muestra que los colaboradores aprenden y retienen con mayor eficacia cuando el aprendizaje involucra emoción, movimiento, propósito y práctica. A partir de ello, se derivan múltiples aplicaciones prácticas.

 

Aplicaciones prácticas de la neuroplasticidad y neurogénesis en SST

 

    a) Entrenamiento neuropreventivo

Los entrenamientos neuropreventivos se basan en la simulación y la exposición controlada a escenarios de riesgo, con el objetivo de activar las redes sensoriomotoras y emocionales del cerebro.
Cuando el colaborador ensaya mental y físicamente cómo responder ante una emergencia, su cerebro crea circuitos neuronales que reproducen esa respuesta de manera casi automática.
Esto se conoce como automatismo seguro: el cerebro reacciona con precisión y calma, reduciendo los tiempos de respuesta ante situaciones críticas.
Los simuladores de realidad virtual, la gamificación y los ejercicios de role play son ejemplos efectivos de este tipo de entrenamiento, ya que integran emoción, movimiento y memoria en una sola experiencia. 

 

    b) Programas de neurohábitos seguros

La repetición es la herramienta más poderosa del cerebro. Repetir una acción segura como verificar un anclaje, detenerse antes de una maniobra o usar el EPP correctamente fortalece las sinapsis asociadas a esa conducta hasta convertirla en un hábito automático.
Esto ocurre en la memoria procedimental, ubicada en los ganglios basales, donde se almacenan los patrones de acción que luego se ejecutan sin esfuerzo consciente.
Por eso, los programas de neurohábitos seguros buscan entrenar el cuerpo y el cerebro en comportamientos de prevención sostenida, integrando rutinas conscientes con refuerzos emocionales (elogios, reconocimiento, satisfacción por la tarea bien hecha).
Como diría Donald Hebb, “las neuronas que se activan juntas, se conectan juntas” cada repetición refuerza la red del comportamiento seguro.

 

    c) Ambientes emocionalmente saludables

Las investigaciones de Francisco Rubia y David Perlmutter han mostrado que los ambientes laborales con alto nivel de estrés, miedo o conflicto afectan la neuroplasticidad y reducen la neurogénesis.
El estrés crónico libera cortisol, una hormona que en exceso daña el hipocampo estructura clave para la memoria y el aprendizaje y debilita la capacidad de concentración.
Por ello, un ambiente emocionalmente saludable no es un lujo, sino un requisito biológico para el aprendizaje seguro.
Espacios de confianza, comunicación abierta, escucha activa y liderazgo empático permiten que el cerebro trabaje desde la calma, la creatividad y la cooperación.
Un colaborador emocionalmente equilibrado aprende más rápido, comete menos errores y se siente más comprometido con la seguridad.

 

    d) Liderazgo neuroconsciente

El liderazgo tiene un poder neurológico inmenso. Las neuronas espejo, descubiertas por Giacomo Rizzolatti, permiten que el cerebro imite inconscientemente las conductas que observa.
En la práctica, esto significa que los líderes modelan la cultura preventiva con cada gesto: cuando un supervisor se coloca correctamente el casco o detiene una tarea riesgosa, está entrenando los cerebros de su equipo.
Este fenómeno, conocido como aprendizaje vicario, explica por qué las organizaciones con líderes coherentes y emocionalmente estables desarrollan equipos más seguros, resilientes y atentos.
El liderazgo neuroconsciente se basa en tres pilares:

  • Coherencia: lo que el líder dice y hace debe coincidir.

  • Empatía: capacidad de conectar emocionalmente con su equipo y comprender las necesidades humanas detrás del rendimiento.

  • Comunicación positiva: las palabras seguras generan mentes seguras; el lenguaje influye en la neuroquímica de los equipos.

Cada interacción del líder refuerza o debilita las redes neuronales de la cultura preventiva.

 

    e) Pausas activas y neurohidratación

El cerebro consume aproximadamente el 20% del oxígeno y la energía total del cuerpo. Sin embargo, cuando se somete a largas jornadas, estrés térmico o fatiga, su rendimiento disminuye drásticamente.
Las pausas activas, combinadas con neurohidratación (hidratación periódica con agua o bebidas naturales), favorecen la oxigenación cerebral, la irrigación sanguínea y la restauración de la plasticidad neuronal.
Estas pausas permiten recuperar la atención sostenida, mejorar el estado de ánimo y reducir la probabilidad de errores por distracción.
Implementar estrategias de microdescanso cada 90 minutos mejora la productividad y disminuye los incidentes por lapsos atencionales, fortaleciendo los mecanismos cerebrales de autorregulación.

 

4.3.- Hacia una cultura de seguridad neurointeligente

Aplicar los principios de la neuroplasticidad y la neurogénesis en la SST es avanzar hacia una cultura de seguridad neurointeligente, donde se comprende que el comportamiento seguro no se impone, sino que se entrena y se cultiva desde el cerebro.
Una organización neurointeligente:

  • Diseña sus capacitaciones para emocionar y generar aprendizaje profundo.

  • Mide el estrés organizacional como un riesgo neurobiológico.

  • Fomenta la cooperación y la empatía como mecanismos de regulación emocional.

  • Refuerza la seguridad como valor identitario, no solo como obligación normativa.

Así, la prevención trasciende los procedimientos y se convierte en una forma de pensar, sentir y actuar en coherencia con la neurobiología humana.

 

6.- Conclusiones

El cerebro humano no es una estructura estática, sino un sistema vivo en constante transformación. Es una máquina biológica de aprendizaje continuo, capaz de reorganizarse, adaptarse y reinventarse gracias a los procesos de neuroplasticidad y neurogénesis. Cada pensamiento, emoción y acción modifica literalmente su estructura, esculpiendo el modo en que percibimos, decidimos y actuamos.

Esta capacidad de cambio permanente convierte al cerebro en el centro de la prevención moderna. Comprenderlo desde la neurociencia permite trascender el paradigma tradicional de la Seguridad y Salud en el Trabajo (SST), que durante años se centró en la norma y la corrección de errores, para evolucionar hacia un modelo de neuroseguridad consciente, donde la mente humana es el principal agente de protección.

En este contexto, cada acto seguro deja una huella física en la red neuronal; cada hábito preventivo refuerza circuitos cerebrales asociados a la atención, la empatía y la autorregulación emocional. De este modo, la seguridad se entrena en el cerebro antes de expresarse en la conducta.
Un coalborador atento, emocionalmente equilibrado y cognitivamente estimulado no solo reduce el riesgo de accidente, sino que también multiplica su bienestar, creatividad y desempeño.

Las investigaciones de autores como David Eagleman, Francisco Mora, David Perlmutter, Joaquín Fuster y María Mas Salguero coinciden en un punto esencial: el estilo de vida y el entorno emocional moldean la biología cerebral. La alimentación saludable, el sueño reparador, el ejercicio físico, las relaciones positivas y la gestión del estrés no son simples recomendaciones, sino verdaderas estrategias neuroprotectoras que mantienen activa la plasticidad y la regeneración neuronal, garantizando una mente clara, resiliente y segura.

En términos organizacionales, integrar estos principios supone un cambio profundo:

  • Capacitar desde la neurociencia, no solo desde la técnica.

  • Liderar desde la empatía y el ejemplo, comprendiendo que cada gesto del líder modela cerebros.

  • Diseñar entornos saludables, donde la motivación, la calma y el reconocimiento potencien la atención y la toma de decisiones seguras.

  • Promover hábitos neuroprotectores, porque la prevención empieza en la biología cotidiana.

El cerebro, entrenado de forma integral cognitiva, emocional y socialmente, se convierte en un sistema preventivo autorregulado, capaz de anticipar el error, gestionar el riesgo y responder con equilibrio ante la presión.
De esta manera, la neuroplasticidad y la neurogénesis no solo explican cómo aprendemos, sino cómo podemos convertirnos en culturas organizacionales más seguras, humanas y sostenibles.

Como enseñó Santiago Ramón y Cajal, padre de la neurociencia moderna: “Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro.”

Y en el mundo laboral de hoy, podríamos añadir: Cada trabajador y cada organización pueden ser escultores de su propia cultura preventiva.

La seguridad, entonces, no se impone: se entrena, se emociona y se construye sinapsis a sinapsis, hasta convertirse en parte de nuestra identidad cerebral y colectiva.
Educar el cerebro para la seguridad es, en definitiva, educar la vida para el bienestar, la conciencia y la sostenibilidad humana.

 

Autor: Nelson Ramos Torres

Facilitador-Coach-Consultor

NRT-KAIROS E.I.R.L.

https://coaching.nrt-kairos.com.pe/

 

Nombre *
E-mail *
Mensaje *